En los últimos años, la terapia asistida con animales (TAA) ha ganado reconocimiento como una intervención eficaz en diversos contextos terapéuticos. En particular, la Comunidad de Madrid ha implementado un programa que involucra a perros como coterapeutas, dirigido a los usuarios de residencias de mayores. Esta valiosa iniciativa no solo complementa los tratamientos clínicos habituales, sino que también contribuye significativamente a mejorar las funciones físicas y emocionales de los participantes.
Las sesiones de TAA se llevan a cabo en 43 centros a lo largo de la región, y su impacto va más allá del simple entretenimiento. La compañía de estos animales favorece un aumento en la actividad física, ya que los usuarios se ven motivados a pasear y jugar con ellos. Este tipo de interacción no solo reduce los niveles de estrés, sino que también potencia las relaciones sociales, facilitando la confianza entre los ancianos y el personal médico y de asistencia.
Resulta fascinante observar que los perros actúan como catalizadores de la memoria y la comunicación. Al recordar experiencias pasadas con otros animales, los participantes tienden a involucrarse más en las actividades y a comunicarse con mayor frecuencia. Este efecto no es trivial: un incremento en la atención y motivación se manifiesta de manera espontánea, lo que contribuye notablemente a su calidad de vida.
Concepción Dancausa, consejera de Familia, Juventud y Política Social de la Comunidad de Madrid, destaca la importancia de esta experiencia: “Mejora la calidad de vida de los mayores, aprovechando el vínculo emocional que se establece entre las personas y los animales”. La interacción con estos coterapeutas no solo beneficia a los ancianos, sino que también ofrece un enfoque más holístico a su tratamiento, reconociendo las complejidades del bienestar humano.
Los perros utilizados en estas sesiones están específicamente entrenados y seleccionados por sus cualidades. Su aporte va más allá de la compañía; influyen positivamente en ámbitos físicos, sociales, emocionales y cognitivos. Si bien esta terapia refuerza el proceso de rehabilitación, es fundamental recordar que no sustituye los tratamientos clínicos necesarios para estas personas.
Este proyecto tiene sus raíces en un centro para personas con discapacidad intelectual en Gran Bretaña, donde se descubrió que la presencia de animales favorecía mejoras en la conducta social. El éxito observado en estos entornos ha llevado a su expansión en diferentes comunidades, reflejando un enfoque innovador hacia la atención geriátrica.
La terapia asistida con animales se erige como una estrategia valiosa dentro del cuidado de personas mayores y otros grupos vulnerables. La conexión emocional que se forma entre humanos y perros no solo enriquece la vida de los usuarios, sino que también reafirma la importancia de integrar enfoques creativos y compasivos en el ámbito de la salud y el bienestar.
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